jueves, 12 de abril de 2012

El examen universitario

Abog. Christian D. Godoy

El examen universitario

Una constante en nuestra educación superior son los abusos en la evaluación de aquellas personas encargadas de ella para con los estudiantes, algunos profesores son recordados por sus alumnos solo por el sinfín de arbitrariedades que realizan a la hora de evaluarlos.

Importa mucho que se haga la evaluación, pero resulta más importante que la evaluación sirva para algo y para alguien, que sirva para comprender lo que se hace y para mejorarlo.

Relación evaluador y evaluado

La evaluación de los alumnos se caracteriza por ser una “relación de poder unilateral entre el evaluador y evaluado y por el hecho de que el alumno esta habitualmente desposeído de todo momento del acto de evaluación” (*Barbier, 1993).

En la relación docente alumno hay un componente de dominación que está vinculado muchas veces (o la más de las veces) con la imposición de restricciones, castigos y sanciones.

En un escrito de 1930 titulado: “Palabras sobre los exámenes” *Deodoro Roca afirmaba: “…Exámenes a la vista: bolilleros, bolilleros, más bolilleros (…) El alumno no acude con su número. No siempre saca premio. Hay que pasar de alumno a medico, a abogado, ingeniero. (…) Todo esto será tuyo si me respondes a estas preguntas, si tienes suerte con estas bolillas desde donde te miro. El alumno observa la irreal riqueza que se le muestra y entrega por ese falso botín su alma indefensa y simple. Lo humano, lo verdaderamente humano, sería irle apuntando, a lo largo de su vida y aprendizaje, que cosas y que ideas no parecen convenirle; que cosas y que ideas le serían de fácil adquisición. (…) El examen debiera quedar catalogado para siempre entre los juegos prohibidos, en defensa de la inteligencia…”.

En la modernidad las notas tienen en común el hecho de que informan más sobre el puesto de un alumno en un grupo o la distancia relativa a la norma de excelencia que sobre el contenido efectivo sobre sus conocimientos. Además, el sistema de notas altera porque sirven tanto para recompensar como para castigar, en cualquier caso, no indica al alumno la forma de progresar.

Lo más importante es que el examen no conforma un problema ligado históricamente al conocimiento (por más que se espere obtener, la mayoría de las veces, un conocimiento “objetivo” sobre el carácter de cada estudiante). Eso quiere decir que no necesariamente a un sistema de enseñanza le corresponde uno de examen (*Díaz Barriga, 1996). En este sentido, el examen es un efecto de las concepciones sobre el aprendizaje y no el motor que transforma la enseñanza.

Fuente: Las referencias bibliográficas de los autores cuya cita acompañamos con asterisco se encuentran en el libro El examen en la Universidad. Raúl Nicolás Muriete. Editorial Biblos. 2007.

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